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NUESTRA VOCACIÓN Y ESPERANZA
Fr. Steven Scherrer, MM, ThD
Homilía del lunes, 1ª semana de Adviento, 29 de noviembre , 2010
Isa. 4, 2-6, Sal. 121, Mat. 8, 5-11
"En aquel tiempo el renuevo del Señor será para hermosura y gloria, y el fruto de la tierra para grandeza y honra, a los sobrevivientes de Israel" (Isa. 4, 2).
Isaías profetiza un futuro bello para Israel. Pero oímos este oráculo en medio de su descripción de la Judá y Jerusalén de sus días como un tiempo de apostasía y decadencia. "El buey conoce a su dueño, y el asno el pesebre de su señor; Israel no entiende, mi pueblo no tiene conocimiento" (Isa. 1, 3). A Israel dice: "Príncipes de Sodoma, oíd la palabra del Señor; escuchad la ley de nuestro Dios, pueblo de Gomorra ... Lavaos y limpiaos; quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de mis ojos; dejad de hacer lo malo; aprended a hacer el bien" (Isa. 1, 10. 16-17). Pero el futuro será diferente. No todos serán salvos. Sólo un remanente quedará fiel. Isaías pone su esperanza en este remanente pobre y fiel, que Dios bendecirá en el futuro. Dios enviará su renuevo justo a ellos, y en aquel tiempo él "será para hermosura y gloria, y el fruto de la tierra para grandeza y honra, a los sobrevivientes de Israel" (Isa. 4, 2).
Los cristianos verdaderos son este remanente, y Jesucristo es el renuevo del Señor, que da hermosura y gloria a la tierra y lo llena de su fruto, para su grandeza y honra. Es nuestra vocación ser este remanente fiel en medio de los que se han descarriado y perdido el camino. Es, pues, ahora como en los días de Isaías. Muchos que llevan el nombre "cristiano" se han dejado llevar por los deseos mundanos y viven más para los placeres del cuerpo y de la carne que para Dios. Han dividido sus corazones, tratando de servir a dos señores, a Dios y a las riquezas y placeres de mundo -lo cual es imposible (Mat. 6, 24)-. Su sal ha perdido su sabor, y ya no tienen más un mensaje digno de predicar. Su fe ha sido secularizada. Pero somos llamados a ser un remanente del Señor en medio de esta apostasía, testigos de Jesucristo en medio de una generación perversa y maligna, luces en la oscuridad de este mundo (Fil. 2, 15).
El remanente de Israel era los anawim, los pobres del Señor, los humildes y sencillos, que viven sólo para Dios, habiendo perdido y renunciado a todo lo demás de este mundo. Son estos mismos pobres del Señor que no se dividen entre los entretenimientos, deleites, y placeres del mundo que son el remanente del Señor hoy. Son ellos que se alegran en el renuevo del Señor. Para ellos, él es hermosura y gloria, grandeza y honra.
Somos llamados a ser este remanente fiel, dejado en el mundo como levadura para levantar a los demás, para evangelizarlos y convertirlos por el ejemplo de nuestra manera muy diferente de vivir y por el mensaje poderoso de nuestra predicación de salvación en Jesucristo. Cristo llevó nuestros pecados y sufrió su castigo justo por nosotros, librándonos para ser hijos de Dios y vivir en alegría. Vivimos así, dando el testimonio de nuestra manera nueva de vivir y de nuestra fe, para la salvación y transformación del mundo de su mundanalidad en el reino de Dios. Queremos estar preparados ahora y preparar al mundo para la segunda venida de Cristo en gloria. Por eso vivimos así en fidelidad y evangelizamos a todos los que podemos alcanzar con nuestro ejemplo y palabra.
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